lunes, 27 de julio de 2009

CATARSIS A MEDIA NOCHE

A media noche, cuando las corrientes de aire que se deslizaban por las paredes de mi habitación empezaron a tornarse pesadas, y el susurro de la luna había sido opacado por los destellos luminosos de las estrellas que apuntaban a mi cama, te sentí recorrer mi cuerpo, quizás en busca de algunos recuerdos que dejaste aquel día, creyendo que podías volver en cualquier momento o quizás fue solo por olvido. Mi respiración agitada delataba tu presencia, y el ritmo acelerado de los latidos de mi corazón marcaban tu largo e interminable recorrido dentro de mí. Buscabas respuestas, razones, verdades, como quien trata de convencerse de las realidades que se muestran ante nuestros ojos y que difícilmente aceptamos con tan solo verlas. Note tu preocupación, tu angustia, tu aflicción, al cruzar de un sitio a otro, como si tu búsqueda se convirtiera en un laberinto infinito, tratando de disimular la decepción que te provoco no encontrarme en estado en que me dejaste. Sentí como tus manos trataban de acariciar mi rostro, resultando imposible atravesar la barrera del tiempo y el olvido, tratando de humedecer tus labios junto a los míos, obteniendo solo reproches, tratando de abrigarte en mi pecho y sentir mi calor, obteniendo solo rechazo. Y subiste a mi mente, tratando de confundir mis pensamientos, de chocar con mis ideas, de introducirte en mis recuerdos, reviviendo los momentos en que heredaste mis ideas, mis pensamientos, mi amor. Y recordé aquellos días, donde jugabas a ser Dios con tus influencias, con tus tretas, con tus mañas, y entraste en un estado de confusión, como cuando se nubla el pensamiento y empezamos a ver sombras, visiones y sucesos sin relevancia ni explicación. También note tu tristeza, tus lamentos, en tu recorrido hacia el final de tu existencia en mí. Y fue entonces cuando te detuviste en mi corazón, como si supieras que aquel lugar seria tu salvación, esperando encontrar la razón por la que seguirías formando parte de mí, en busca de nuevos rastros de amor, buscando huellas de sentimientos guardados, arraigados en lo más profundo de mi ser, como quien aprende una enseñanza paralela interior o esotérica que se daba únicamente a los que se reputaban moral y espiritualmente merecedores y personas maduras para recibirla, y al final, note tu regocijo, al darte cuenta de que me he vuelto un ser vacío, melancólico, carente de rasgos sublimes a las reacciones de los mortales, como quien se desvanece con el rocío de la madrugada al comienzo del día, como un deseo fugaz que desaparece ante la materialización de los sueños perdidos. Y mi espíritu, ante tu alegría, se intranquilizo, sintiéndose traicionado por mis emociones, asustado por mi impotencia, decidido a paralizar mis sentidos y mis deseos, obligándote a salir contra tu voluntad, sin dejar rastros, ni sombras, devolviéndome mi alivio, mi paz, mi tranquilidad, después de experimentar mi catarsis a media noche.

lunes, 20 de julio de 2009

COMO UNA SOMBRA DE NUESTRA PROPIA SOMBRA

No soy de esos chicos que viven aferrados a circunstancias y motivos de la vida pasada, pero al igual que todo ser humano que vive sobre esta tierra, tengo mis demonios y las sombras que día tras día secuela mis trágicas parodias a las que a veces y solo a veces llamo vida. Aunque a veces las respuestas a las interrogantes que nos planteamos provienen de nuestro propio interior, jugando a creer que a veces las paredes y los susurros del viento, que todo lo observa, se deslizan por nuestro cuello y nos concede el don de poder descifrar hasta los más enigmáticos acertijos, termine ante su presencia, rompiendo las promesas que les hice a mis emociones, a mis principios, sin importar las promesas que me hice a mí mismo de no volver nunca en la vida a recurrir ante su rostro, para escuchar sus divinas palabras, para revelar ante él mis miedos ocultos, y terminar con las secuelas que se han venido repitiendo una y otra vez ante mis ojos, como una especie de Dejabu o sueño místico. “¿Qué es lo que te atormenta?” me dijo, invitándome a comenzar mi historia, como si supiera de antemano cada detalle, cada rasgo minucioso. Había algo en sus palabras que me atemorizaba, como si sintiera una amarga sensación de un presagio que abordaba mi mente por desobedecer las leyes sobrenaturales que rigen mis actos, los mismos que a veces me obligan a cumplir mis promesas, recordándome en todo momento las consecuencias desastrosas que provienen de intentar compartir mis secretos profundos, sin importar que se trate de alguien conocido como un Dios. Como cuando te pierdes y te ahogas en lo más profundo de una noche acalorada, pidiendo a voces que alguien te rescate, contemplando solamente los débiles sonidos que se van perdiendo en el mismo sueño. Había una corriente de aire tibia que circulaba por las cuatro paredes de la habitación, solidificando las gotas de sudor que colgaban en mi frente, amenazando con caer al vacío y delatar mi estado de nerviosismo, como si algo o alguien estuvieran presente, en espera de las revelaciones que permanecían ocultas en mi caja de pandora y que oído humano jamás han escuchado. Mientras le contaba mis miedos, mis sombras, me perdí en una mirada fija por la ventana, sin poder evitar navegar por unos segundos en el cielo que se revelaba ante mí. No había nubes, ni estrellas. La luna se ocultaba detrás de su silueta, de su sombra, de su pena. No había ruido, no escuche voces ni presiones esta vez, diferente a la última vez que recurrí a él en busca del significado de los tormentos que agobiaban mi mente, cuando se revelo ante mí como el Santo Oscuro. Al terminar de contar lo inmencionable, sentí que se formaba un nudo en mi garganta. No por haber desobedecido a los Dioses, al compartir con él los secretos que se perderían en mi mente con el olvido y el tiempo, si no, por ver su rostro, por contemplar su silencio, como quien medita y procesa todo para luego enunciar una ley que humano alguno no podría cumplir sin la ayuda de quienes dictan las reglar de la vida. “La felicidad, a veces, implica dejar atrás todo lo que nos hizo feliz en una etapa pasada. Ser feliz implica no ser cobarde y decir las cosas que se deben decir, sin importar que al colgar nos desvanezcamos en llanto y nos ahoguemos en el sufrimiento momentáneo. Ser feliz significa dejar los miedos del pasado y abrirse a nuevos retos, a nuevos miedos”, me dijo, como si se tratara de una regla de oro que tendría vigencia por los siglos de los siglos. Entonces y solo entonces, pude ver más allá de mis ojos y contemplar el secreto que permanecía oculto frente a mí, comprendiendo el significado de sus sabias palabras, y pude darme cuenta que el amor, el sentimiento y el miedo del pasado, no pueden convivir con nuestras emociones presentes, ni mucho menos ser sombras de nuestra propia sombra.

martes, 14 de julio de 2009

SOÑAR DESPIERTO

Después de casi un año sin vernos nos encontramos por pura coincidencia del destino. No soy de esos chicos que suelen encerrar las experiencias negativas de la vida en la mística caja de Pandora, pero después de tanto tiempo sin vernos, hasta los recuerdos, buenos o malos, terminan siendo enterrados por el olvido. Aunque siempre trato de ser yo mismo, me vi en la necesidad de fingir inocencia al tratar de pasar desapercibido sin que sus ojos lo notaran. “Muchacho cuanto tiempo, estas bien perdido”, me dijo, mientras yo intentaba poner una cara de asombro ante aquel reencuentro fortuito, que más que placer, me producía desesperación. Al ver su rostro intente recordar los rasgos comunes que me motivaron a formalizar nuestra relación pasada, y al decir verdad, no creo haber conservado momentos gratos de esa relacion, pues nunca los hubo, pero siendo justo, y en honor a la verdad, creo que fue su humildad y sencillez lo que nos enlazó por casi dos años de relación. “Me imagino que tienes pareja”, me dijo, con un gesto sarcástico y hasta medio burlón, mientras caminábamos por una calle, que, de no ser una broma de mis ojos, parecía interminable. “Lo cierto es que a mí me ha ido de maravillas en la vida, desde que decidí terminar contigo”, prosiguió su recital, olvidando por completo que fui yo quien decidió poner fin a aquella travesía que solo se ven en las películas ciencia ficción. “Ahora tengo un novio muy lindo. Nos vamos todos los fines de semana para un Resort en la Jeepeta que compre hace unos meses. Vivimos felices en mi apartamento en Gazcue y creo que pronto nos mudaremos en otro apartamento más amplio y cómodo. Cuando viene a ver a ti también te ira igual, aunque la verdad es que soñar no cuesta nada”, concluyo su sermón, con una risa maquiavélica, de esas que suenan como muahahaha, como si tratara de convencerse de todas sus historias más que a mí mismo. En situaciones normales me hubiera quedado callado ante tales oraciones yuxtapuestas, pero me rechinaban los oídos, y eso para mí es una señal de mal agüero. “Qué bueno que te esté hiendo tan bien la vida”, le dije, mientras me dejaba guiar por esa voz tan mía que se apodera de mis pensamientos ante tales situaciones. “Recuerdo haber alabado tu sencillez y tu humildad durante los dos años que pasamos juntos, pero lo cierto es que, no sabía que tenías la habilidad de soñar con los ajos abiertos. Si me hubiera dado cuenta en aquel momento de que poseías tal habilidad, créeme, te hubiera apreciado más y quizás no te habría terminado”, concluí, sin más nada que decir. La verdad es que no recuerdo si dijo algo más relacionado con sus fantasías y sueños, porque en lo que a mí respecta, solo llegue a escuchar unos monosílabos como um, eh, ah, como si tratara de decirme algo más, y yo, aunque no poseo esa maravillosa habilidad de soñar despierto, tampoco soy bueno en descifrar fonemas y palabras a media.

jueves, 9 de julio de 2009

NUESTRO SECRETO DE AMOR

Si supieras que cada noche, cada madrugada, jugamos a ser felices en mi cama. Y al tenerte frente a mí, me pierdo en esa mirada tan franca, que emanan de tus ojos cuando me acerco a ti, cuando susurro palabras en tu oído y me deslizo por tu cuello, como quien se sujeta de las nubes y palpita el mismo viento. A veces impaciente por tu lenta llegada, me inclino hacia la ventana para observar tu frágil silueta que aparece de repente junto a mi sombra. Entonces me invitas a ligarme junto a tu cuerpo, fusionándonos en un solo ser, en una sola alma. Si supieras que en estos días has hecho una morada en mi corazón, que nos hemos perdido en el silencio de la noche, a oscuras, donde me muestras tu ternura, tu esencia cargada de una chispa que me enloquece, donde dejas tus reglas y los patrones de conductas dictadas por las fuerzas invisibles que envidian tu belleza, y te abandonas a lo desconocido, a las cosas sin razones, a nuestra lujuria. Si supieras que cada noche vienes a mí y te refugias en mis brazos, te abandonas a mis caricias, a mis encantos y me sujetas con ternura, con pasión, haciéndome llegar hasta la cima de lo prohibido, y entonces, sin ninguna resistencia, me pierdo en tus labios, en tus besos, en tu semblante virgen, humedeciendo mi boca con tus dulces labios, entregándome por completo al escalofrío que me produce tenerte junto a mí. Sí, empiezo a temblar, el placer se apodera de mí y me quema como una llama en plena esencia. Si supieras que cada noche espero con ansias tu aparición, como una especia de cita puntual, prohibida para los demás, como un rito de derroche, de placer. Entre besos, caricias, pasión, deseo, me transportas al mismo cielo. Al final te vas y desapareces entre la silueta de la cortina, dejándome exhausto, empapado de sudor y de lujuria. Al hablar contigo sonrío al ver que no recuerdas nuestra experiencia nocturna. Como si los mismos dioses se encargaran de traerte a mi cuarto en una especie de burbuja mágica, inmune a los recuerdos, a tus sentidos. Si supieras que a veces me pregunto qué harías si pudieras recordar que cada noche, cada madrugada, te tengo en mi cama, en nuestro secreto de amor.