jueves, 11 de marzo de 2021

UN CAMINO SIN REGRESO

 

Aunque no suelo permitir que mis sentimientos se vuelvan excesivos, sobre todo si los mismos interfieren con mi vida cotidiana, debo de admitir que esperaba con ANSIAS su tan esperada llegada. Sí, ansias de filosofar un poco sobre los secretos de la vida, ansias por degustar de su compañía mientras probamos las exquisiteces que salen del pequeño rinconcito de mi cocina. Ansias de saber cómo le había ido en su viaje hacia los campos elíseos en busca de la felicidad que había perdido en los días en que el alma y el espíritu abandonaron su cuerpo ya cansado y agotado por las interminables mentiras, cuando perdió las esperanzas por los duros golpes emocionales que le propició la injusta vida. Y después de una larga espera, aquella donde las horas se convierten en días y los días parecen meses y los meses terminan disfrazados de año, finalmente apareció de forma sorpresiva. De entrada, iniciamos con las trivialidades y las cosas superfluas, dejando los temas profundos para el plato fuerte, o al menos eso esperaba. Aunque la ingenuidad no está dentro de mis atributos personales, debo admitir que al principio fingí no darme cuenta de todo, y es que después de unos cuantos minutos, mientras me hablaba, fue su propia voz la que termino aclarando todas mis dudas: algo no estaba bien, algo había cambiado. No era la misma persona, como si parte de su ser no había regresado y se había quedado en alguna parte del camino, en su viaje sin regreso hacia el olvido. Y a pesar de su afán, de su insistencia por demostrar que todo estaba bien, que nada había cambiado, que nunca se había ido, que su partida sorpresiva había sido meramente una ilusión, note cierta preocupación que rodeaba toda su aura, una angustia la cual trataba de disimular disfrazar con su sonrisa, con sus gestos de amabilidad. Lo cierto es que mientras disfrutábamos de los placeres que se liberan al degustar un sorbo de vino, me conto lo feliz que estaba, la alegría que sentía por haber enmendado los errores del pasado, por haber encontrado la felicidad que buscaba, por haber recuperado su tan amada alma perdida, por haber vuelto de nuevo a sus días pasados, y no voy a negar que al principio disfrute bastante de su efímera compañía, que sus historias deleitaban y saciaban en cierta medida aquella terrible ansiedad de la que en un principio padecía. Y fue entonces, que todo tuvo sentido, porque entre risas dejo todo claro en mi mente cuando finalmente pude ver todas las señales. Señales de lo que sería su vida en lo adelante, señales de lo que yo como su amigo esperaría, señales de lo que sin lugar a dudas sería un adiós inminente, y yo, aunque no se lo mencione en ese momento, también deje claro en mi mente todo lo que estaba y estaría en capacidad y disposición de escuchar o soportar en lo adelante, y entonces le deje irse de nuevo, a su mundo mágico de felicidad, aun a sabiendas de que el mismo no tiene un camino de regreso.

jueves, 4 de marzo de 2021

COSAS DE DUENDE



Dicen que los duendes son seres de luz, espíritus de la naturaleza, que aparecen para ayudar a las personas en el momento en que más lo necesitan. Que se acercan a los humanos para brindar su ayuda ante una crisis existencial, o como diría yo, ante los problemas inquietantes y profundos del alma. Que son criaturas diminutas, en todo el sentido de la palabra, aunque poseen un corazón y un alma grande como los gigantes. Que les gusta los lugares ordenados y limpios, aunque dicen que nadie es profeta en su propia tierra. Que aman la armonía y odian las peleas, hasta el grado de que siempre terminan cediendo ante las discusiones y las exigencias de los demás, con tal de evitar esas acaloradas situaciones que por lo general siempre terminan en disgustos y amargos momentos, aunque esto suponga sacrificarse y asumir el anegable y eterno sufrimiento. Que no dicen mentiras, que odian que les mientan, aunque a veces se les olvida y ellos mismos hacen uso de aquellas “mentiritas blancas” con el fin de escaparse y poder viajar desde su mundo mágico del bosque donde viven al mundo cruel de los mortales con los cuales finalmente se han encariñado. Que aman los dulces y los caramelos, aunque nunca se les ha visto comerlos, quizás por temor a convertirse en seres más amables de los que son, o a convertirse en turrones dulzones y empalagosos. Que aman y se desviven por el vino, y sí que les gusta el vino, sobre todo si lo disfrutan en buena compañía, con música agradable ante la luz de la luna y las estrellas, mientras filosofan sobre sus vivencias, sobre sus hazañas de vida y la forma en que el mundo les ha pagado a pesar de ser seres tan buenos y bondadosos, seres sufridos e incomprendidos que solo viven para hacer el bien y ayudar a los demás. Que no tienen sexo ni género, por lo que se les puede poner cualquier nombre, siempre y cuando ellos se sientan a gusto con el nombre que elijas. Que son criaturas agradecidas, muy agradecidas, aunque a veces se les olvida el esfuerzo que los humanos realizan para agradarles. Que son criaturas mágicas que si los atrapas te conceden deseos, siempre y cuando prometas dejarlos ir nuevamente cuando ellos lo deseen. Que poseen una gran olla de monedas de oro, la cual siempre mantienen de manera oculta, a la que solo ellos tienen acceso, la que cuidan con celos, con amor y vehemencia, por lo que siempre regresan al sitio donde la escondieron, en el lugar más remoto donde termina el arcoíris, a vigilar que ninguna hada o elfo del mundo mágico se tope con la misma y se las robe, aunque esto suponga su desdicha, la causa de su sufrimiento eterno, porque a pesar de que en sus pocas andanzas por la vida encuentren algunos humanos que les brinden cariño, ternura y amor y donde es posible que puedan quedarse, olvidarse del sufrimiento del pasado y empezar de nuevo, al final y siempre al final sus apariciones son y siempre serán, de manera fugaz.