jueves, 28 de enero de 2016

UN INTENTO MAS


Con más de 20 intentos fallidos en abstenerme de comer (diría que uno por día) las grandes delicias que el hombre ha creado para su deleite (grasas, azúcares y demás) en lo que va de año, al fin me propuse remover esas libritas de más que cuelgan alrededor de mi estómago, y no porque me sienta obeso ni mucho menos, sino, por lo del dicho Platónico de que “el comienzo es la parte más importante de la obra”. Aunque debo de admitir que el modelaje nunca ha estado entre mis prioridades de vida, ni mucho menos, pero lo cierto es que todos hemos fantaseado con tener de adorno en nuestro abdomen esos famosos cuadritos marcados, y más cuando se está viviendo plenamente en los treinta y tantos,  cuando la figura se convierte en el centro de atención  de nuestra psiquis interna, como si de ello dependiera todo el derrotero a seguir en lo adelante, constituyéndose de esta manera en un karma que dictaría toda nuestra vida futura en cuanto a imagen y demás. Y ni hablar de los comentarios poco atinados de ciertas personas (mi amigo Robert) como: “Wao estas irreconocible” o “Que gordo estas”, como si ellos fueran el modelo perfecto a seguir en la sociedad, cuando en realidad son personas o muy flacas o muy gordas, muy feas o muy mal vestidas. Pero nunca he negado la verdad, amo los placeres culinarios, sí, me fascina comer, soy un comelón empedernido, pero también me preocupa la salud física, y más cuando tengo la necesidad de ponerme mis chaquetas y las sueras talla L que tengo colgadas y olvidadas en el closet por culpa de esos kilitos engañosos que se adquieren sin uno mismo darse cuenta, o por culpa de (ES) quien apuesta a mi pérdida de memoria para terminar quedándose con ella. Es por esto que, “remover la grasa abdominal de mi cuerpo”, figura entre los 10 puntos luminosos que adornan mi lista de metas para este año que recién comienza, meta que sin lugar a dudas resultará una labor titánica, atendiendo al hecho de que el no comer grasas y carbohidratos simples me pone de mal humor, me nubla la vista, me baja las defensas del cuerpo, me pone ansioso, tenso, nervioso, como si empezara a delirar y a soñar despierto, aunque admito que, como punto a mi favor, el Gym derrumbo en mi aquellos paradigmas que solía tener en mi tercera temporada de dietas totalmente desbalanceadas que terminaban dejándome sin fuerzas, demacrado, como si una aplanadora pasara sobre mí y luego soplaran a medias mi cuerpo mostrando lagunas que se veían a simple vista, mientras me arrastraba como los saltamontes. Y no importa si después de todo el esfuerzo, de lograr la meta y mostrar el cambio deseado, terminamos volviendo al inicio otra vez, porque siempre, mientras estemos vivos, tendremos la oportunidad de tener un intento más.

martes, 26 de enero de 2016

MI CUARTA TEMPORADA




"Y sin embargo se mueve…" Murmuro Galileo Galilei mientras salía de  los Tribunales de la inquisición de la Iglesia Católica en 1963 después de pronunciar su discurso de retractación por haber sostenido y creído que el Sol era el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no era el centro y que se movía alrededor del sol, idea que revoluciono el mundo existente de esa época, desmontando así la teoría geocéntrica expuesta por Claudio Ptolomeo en el siglo II, lo cual demuestra una vez más lo cambiante que son las cosas. “Nada es estático, todo fluye”, decía Heráclito, y con toda razón, pues yo mismo soy testigo de lo cambiante que puede resultar ser la vida de una persona. Hoy, en pleno  inicio de mi cuarta temporada, haciendo una parada reflexiva,  recordé la célebre frase de “Ser o no ser” tratando de describir la experiencia misma de perder la esencia que durante tanto tiempo se tenía guardada en lo más profundo del espíritu, de aquel espíritu de mis días de adolescente cuando no habían reglas ni normas,  cuando el mundo giraba alrededor de mi persona y no yo alrededor de las cosas, cuando una cadena interminable de sucesos traía consigo  siempre un desenlace feliz(sin importar que aquellos sucesos fueran buenos o malos), cuando me sentía seguro de mí mismo y de todo, y no porque ahora no lo este, sino, que en aquel momento no lo era pero pretendía serlo, y aunque lo supiera me importaba poco saberlo. Y no voy a negar que con el paso del tiempo tuve un profundo miedo. Miedo a no poder ser quien en realidad quise ser. Miedo a defraudar a aquellos que en silencio me vieron bajar entre las nubes al mundo de los mortales, advirtiéndome lo desastroso que sería tal proceder. Miedo a vivir en una burbuja que podía romperse con el simple soplo del viento. Miedo a no tener todo aquello que una vez me propuse conseguir en la vida, porque, aunque siempre dije que tuve todo lo que quise, al final me di cuenta que siempre se quiere más y más, que la satisfacción es un término abstracto, ficticio, inexistente, carente de sentido y de toda lógica racional. Y de pronto, entre miedos e incertidumbres, entre decepciones y resignación, entre alegrías y tristezas, entre odio y amor, cuando estaba a punto de pasar el umbral de aquella etapa y pasar a la siguiente, tuve una idea, un destello único, de esos que cruzan entre mil tonterías al mismo tiempo, portando la luminosidad que siempre caracteriza a las genialidades únicas de mi cabeza. Me di cuenta que el pasado es como un ancla que hay que tirar y dejar atrás, y junto a él, los tormentos y los murmullos, dejar quienes fuimos, porque el presente trae consigo sus propios miedos. miedos con los cuales viviremos hasta convertirnos en quien realmente queremos ser, Porque no niego que la juventud es un “Divino Tesoro” pero la madurez trae consigo la mayor de las realizaciones humanas, la satisfacción de poder ver las cosas que no se ven, y aunque una vez me pareció ilógico pensarlo, hoy puedo decir, en esta cuarta temporada de mi vida, que estoy en mi mejor momento.