A media noche, cuando las corrientes de aire que se deslizaban por las paredes de mi habitación empezaron a tornarse pesadas, y el susurro de la luna había sido opacado por los destellos luminosos de las estrellas que apuntaban a mi cama, te sentí recorrer mi cuerpo, quizás en busca de algunos recuerdos que dejaste aquel día, creyendo que podías volver en cualquier momento o quizás fue solo por olvido. Mi respiración agitada delataba tu presencia, y el ritmo acelerado de los latidos de mi corazón marcaban tu largo e interminable recorrido dentro de mí. Buscabas respuestas, razones, verdades, como quien trata de convencerse de las realidades que se muestran ante nuestros ojos y que difícilmente aceptamos con tan solo verlas. Note tu preocupación, tu angustia, tu aflicción, al cruzar de un sitio a otro, como si tu búsqueda se convirtiera en un laberinto infinito, tratando de disimular la decepción que te provoco no encontrarme en estado en que me dejaste. Sentí como tus manos trataban de acariciar mi rostro, resultando imposible atravesar la barrera del tiempo y el olvido, tratando de humedecer tus labios junto a los míos, obteniendo solo reproches, tratando de abrigarte en mi pecho y sentir mi calor, obteniendo solo rechazo. Y subiste a mi mente, tratando de confundir mis pensamientos, de chocar con mis ideas, de introducirte en mis recuerdos, reviviendo los momentos en que heredaste mis ideas, mis pensamientos, mi amor. Y recordé aquellos días, donde jugabas a ser Dios con tus influencias, con tus tretas, con tus mañas, y entraste en un estado de confusión, como cuando se nubla el pensamiento y empezamos a ver sombras, visiones y sucesos sin relevancia ni explicación. También note tu tristeza, tus lamentos, en tu recorrido hacia el final de tu existencia en mí. Y fue entonces cuando te detuviste en mi corazón, como si supieras que aquel lugar seria tu salvación, esperando encontrar la razón por la que seguirías formando parte de mí, en busca de nuevos rastros de amor, buscando huellas de sentimientos guardados, arraigados en lo más profundo de mi ser, como quien aprende una enseñanza paralela interior o esotérica que se daba únicamente a los que se reputaban moral y espiritualmente merecedores y personas maduras para recibirla, y al final, note tu regocijo, al darte cuenta de que me he vuelto un ser vacío, melancólico, carente de rasgos sublimes a las reacciones de los mortales, como quien se desvanece con el rocío de la madrugada al comienzo del día, como un deseo fugaz que desaparece ante la materialización de los sueños perdidos. Y mi espíritu, ante tu alegría, se intranquilizo, sintiéndose traicionado por mis emociones, asustado por mi impotencia, decidido a paralizar mis sentidos y mis deseos, obligándote a salir contra tu voluntad, sin dejar rastros, ni sombras, devolviéndome mi alivio, mi paz, mi tranquilidad, después de experimentar mi catarsis a media noche.