martes, 14 de julio de 2009

SOÑAR DESPIERTO

Después de casi un año sin vernos nos encontramos por pura coincidencia del destino. No soy de esos chicos que suelen encerrar las experiencias negativas de la vida en la mística caja de Pandora, pero después de tanto tiempo sin vernos, hasta los recuerdos, buenos o malos, terminan siendo enterrados por el olvido. Aunque siempre trato de ser yo mismo, me vi en la necesidad de fingir inocencia al tratar de pasar desapercibido sin que sus ojos lo notaran. “Muchacho cuanto tiempo, estas bien perdido”, me dijo, mientras yo intentaba poner una cara de asombro ante aquel reencuentro fortuito, que más que placer, me producía desesperación. Al ver su rostro intente recordar los rasgos comunes que me motivaron a formalizar nuestra relación pasada, y al decir verdad, no creo haber conservado momentos gratos de esa relacion, pues nunca los hubo, pero siendo justo, y en honor a la verdad, creo que fue su humildad y sencillez lo que nos enlazó por casi dos años de relación. “Me imagino que tienes pareja”, me dijo, con un gesto sarcástico y hasta medio burlón, mientras caminábamos por una calle, que, de no ser una broma de mis ojos, parecía interminable. “Lo cierto es que a mí me ha ido de maravillas en la vida, desde que decidí terminar contigo”, prosiguió su recital, olvidando por completo que fui yo quien decidió poner fin a aquella travesía que solo se ven en las películas ciencia ficción. “Ahora tengo un novio muy lindo. Nos vamos todos los fines de semana para un Resort en la Jeepeta que compre hace unos meses. Vivimos felices en mi apartamento en Gazcue y creo que pronto nos mudaremos en otro apartamento más amplio y cómodo. Cuando viene a ver a ti también te ira igual, aunque la verdad es que soñar no cuesta nada”, concluyo su sermón, con una risa maquiavélica, de esas que suenan como muahahaha, como si tratara de convencerse de todas sus historias más que a mí mismo. En situaciones normales me hubiera quedado callado ante tales oraciones yuxtapuestas, pero me rechinaban los oídos, y eso para mí es una señal de mal agüero. “Qué bueno que te esté hiendo tan bien la vida”, le dije, mientras me dejaba guiar por esa voz tan mía que se apodera de mis pensamientos ante tales situaciones. “Recuerdo haber alabado tu sencillez y tu humildad durante los dos años que pasamos juntos, pero lo cierto es que, no sabía que tenías la habilidad de soñar con los ajos abiertos. Si me hubiera dado cuenta en aquel momento de que poseías tal habilidad, créeme, te hubiera apreciado más y quizás no te habría terminado”, concluí, sin más nada que decir. La verdad es que no recuerdo si dijo algo más relacionado con sus fantasías y sueños, porque en lo que a mí respecta, solo llegue a escuchar unos monosílabos como um, eh, ah, como si tratara de decirme algo más, y yo, aunque no poseo esa maravillosa habilidad de soñar despierto, tampoco soy bueno en descifrar fonemas y palabras a media.