Susurro a tu oído que te amo para que esta sea la primera palabra que escuches en la mañana. Para que las dulzuras de mis palabras se queden grabadas en tu mente. Para que recuerdes constantemente que en este mundo existe alguien que te ama y daría la vida por ti. Y no es que sea manía mía, es que me encanta acercarme a tu oído y con una dulce voz decirte cuanto significas para mí, porque lo siento, porque me nace de lo más profundo de mi corazón. Tampoco es que sienta que dormir contigo toda la noche no es suficiente, es que al momento de marcharme quisiera que mi presencia se quedara acostada junto a ti, abrazándote, acariciándote, mimándote. ¿Y si el sol entra por la ventana y te despierta y no recuerdas nada? Entonces me sentiré feliz porque pude Susurrarte al oído lo mucho que te amo, porque sé que mientras duermes me escuchas, sé que mientras te adentras en esos minutos a media mañana, tus oídos están siempre prestos a escuchar mis dulces palabras. Y aunque a veces dejamos que nuestros recuerdos vuelen lejos, pediré al viento que los regrese a ti, pera que al final puedas recordar que en cada mañana que pasamos juntos, te susurro al oído lo mucho que te amo, que aunque este lejos mi corazón siempre esta y estará contigo.
Bienvenid@. Ponte cómod@. Disfruta de mi espacio, de tu espacio. Mis vivencias, mis historias.......
jueves, 27 de enero de 2011
miércoles, 26 de enero de 2011
ME RINDO ANTE TI
Me rindo a tus pies porque te has convertido en un todo para mí. Eres el aliento de vida que me mantiene activo y me impulsa a vivir. Me rindo ante ti, porque descubrí que los días sin ti no son días, no tienen rumbo y se pierden en el olvido. Me rindo ante ti porque sufrí de locura, olvidé quien era y de donde venía, en los días en que ocultaste tu bella sonrisa, y me confinaste al cruel destierro de la insufrible agonía, la cual se posaba en mis hombros y me recordaba en cada momento lo torpe que fui, al creer que podía seguir viviendo sin ti. Me rindo ante ti porque te has convertido en todo lo que un día soñé ser para ti. Me rindo ante ti porque me transportas al paraíso, porque cuando estoy a tu lado siento como recorro el vasto cielo, montado en las nubes blancas que adornan el vacío de la nebulosa. Me rindo ante ti porque te amo, te amo más de lo que soñé amar a alguien, te amo más de lo que las olas han llegado a amar al mar, más de lo que pudieras imaginarte. Me rindo ante ti porque después de estos días de sufrimiento me di cuenta que sin ti ya no soy nadie. Me rindo ante ti porque al besarte sentí como me devolvías mis sueños, mis fantasías, mi alma. Estoy preso de tu amor. Sin una cura ni remedio para esta dependencia que me une de manera latente a tu cuerpo, a tu sonrisa, a tus besos, a tus caricias, a tus deseos. No me lastimes porque soy sentimental, soy vulnerable a tus gestos, tus deseos son mi prioridad y he llegado a amarte más que a mí mismo. Estoy preso de tu amor, porque me has hipnotizado con tus melodías, cual pescador recorre las aguas del mar detrás de la sirena que lo conduce con su sonrisa y sus encantos. Me convertí en un adicto de tu cariño, por favor nunca me lo niegues, o mis días se volverían grises y amargos, sin color y sin sentido. Me rindo ante ti y no lo digo con pesar porque al final, después de todo, al estar entre tus brazos, me di cuenta que adoro rendirme ante ti.
martes, 11 de enero de 2011
AMANECERES INTERMINABLES
Quién iba a imaginar que, en esos momentos tristes y amargos de mi vida, pudiera ver pasar toda mi vida frente a mí. Verme a mí mismo contemplar como mis ojos se cierran con el peso de mis lágrimas en estos amaneceres. Como si mi frágil corazón se negara a aceptar el cruel destino que me fue asignado. Hasta el cálido viento escondió su sonrisa, mostrándome su lado triste y moribundo. Quién iba a imaginar que el sol incauto me obsequiaría sus radiantes y primogénitos rayos en medio de mi agonía y mis tristezas. Quién iba a imaginar que el mar me dejaría pisar su suelo desierto, caminar entre rocas y saltar al vacío de sus olas cubiertas por un velo negro que resalta sus frías y agonizantes encrucijadas. Quién iba a imaginar que la niebla fría caería sobre mis hombros en forma de ceniza, mostrándome cual verdugo suele imponerse sobre los débiles y frágiles mártires, dejando huellas en mi rostro, las cuales perduran y se aferran a mi triste vida. Quién iba a imaginar que al amanecer me perdería entre pardas nubes en la selva umbría, de esos pantanos sin luz donde la lluvia se abre paso por el camino de la procesión triunfal de los sauces con extraño brío. Entonces caigo en el espiral de mi existencia, pensando en lo más sublime de mis temores, tratando de ser escuchado en medio de aquellas voces que las sombras conjuran en medio de las penumbras, aquellas que los jinetes segadores de aspiraciones cortan en el filo de la vida. Quién iba a imaginar que saber lo infinito implicaba convivir con aquello que abruma con el mar de la soledad, obligándome a tocar con mis manos, la frialdad de sus aguas turbias. He perdido la noción del tiempo y todo parece abstracto, confundido por la corriente de aire imaginaria que se cruza entre la línea de mis emociones y la burda realidad que choca contra mi rostro en mis amaneceres triviales. Entre lágrimas y risas, entre amaneceres y mis amaneceres interminables, al final, pediré a Dios vestirme de paciencia y sabiduría. Vestirme de luces en mis amaneceres quejumbrosos, porque, pese a mi lenta agonía, puedo ver las olas del mar y los cálidos rayos que me dan la bienvenida día tras día en cada amanecer interminable de mi vida.