"Filosofar es una actividad intelectual dependiente de la mente en el procesamiento desde las impresiones exteriores a la formación de las ideas internas en un lenguaje que se externa al más allá de nuestro ser”. Esto es precisamente lo que hace el poeta y ensayista dominicano José Mármol en su programa de entrevistas “Conversación en La Catedral”. A mi entender, el Poeta y escritor José Mármol es Considerado como el poeta más importante de toda la Generación de los Ochenta. Entre sus numerosos méritos se puede decir que es también un sólido ensayista y teórico de la poesía, crítico de arte y literatura. Sus numerosos Textos, tanto poéticos como ensayísticos, han sido seleccionados para formar parte de numerosas e importantes antologías nacionales e internacionales, además de haber sido traducidos al inglés, francés e italiano. Este programa es sin lugar a equivocarme, único en su género. Ha tenido varias nominaciones en los reconocidos premios dominicanos. Hemos visto desfilar a numerosas figuras del arte, espectáculo, cine, música y artes de Iberoamérica. Creo que hay una marcada presencia de la voz oral del español dominicano en sus poesías. Se pueden observar giros expresivos y vocablos propios del lenguaje cotidiano en la superficie de sus poemas, con todo y que estos parezcan, en una primera lectura, muy densos o muy cargados en términos conceptuales. Hay poemas en los que aparecen voces del habla popular que tal vez no aparezcan en diccionarios de la lengua española. Se trataría, pues, de neologismos; que, a decir verdad, nada tienen de nuevo en la tradición oral de nuestro país. Asimismo. Es probable que por su intrínseco espíritu libertario y por su elevado contenido de espontaneidad, el habla popular sea mucho más creativa que la lengua escrita. Pero lo que más me ha impactado de este joven poeta, es ver como nutre las estructuras rítmica y sonora en su poesía con los aires de la oralidad, con los pregones urbanos y campesinos, con las décimas y coplas repentistas, con los cantos de la religiosidad popular, con los estribillos del canto del labriego. Es un privilegio inigualable poder filosofar con José Mármol y tener “una conversación en la catedral”.
Bienvenid@. Ponte cómod@. Disfruta de mi espacio, de tu espacio. Mis vivencias, mis historias.......
miércoles, 27 de agosto de 2008
lunes, 25 de agosto de 2008
DE VUELTA A LA EDAD MEDIA
Una de las características principales que dominó toda la edad Antigua y media fue la falta de ley y orden. Las personas hacían lo que les venía en mente en el momento en que les daba la gana. Los delincuentes se creían con el derecho de robar y maltratar a las personas decentes que con mucho sacrificio conseguían el sustento para la vida diaria. ¿A qué se debía tal situación? En muchos casos a la inexistencia o debilidad de los organismos que estaban llamados a imponer el orden y aplicar sanciones severas a aquellos que trataran de infringir las reglas los sitios en donde tenía alguna presencia. De manera afirmativa y sin posibilidad de equivocarme, puedo afirmar que hemos retrocedido a la época del caos y el desorden. Unas de las cosas de las que me jactaba en mis 24 años de vida, era el hecho de no haber sido víctima de un atraco por manos de delincuentes, hasta hace 4 meses, cuando de manera irónica y en plena luz del día, dos jóvenes montados en un motor, me sustrajeron dinero en efectivo y un celular que apenas tenía un mes de haberlo comprado. Crean me cuando les digo que fue de manera irónica, porque esto ocurrió como a las 2 de la tarde y a una esquina de la residencia donde vivo. Desde entonces, me han intentado robar en 5 ocasiones, todas de las mismas formas (dos y tres jóvenes montados en un motor) y en el mismo sector en donde resido, lo que me ha provocado una fobia terrible contra los vehículos de motor. Antes el sector María Auxiliadora, solía ser un barrio tranquilo, con muy pocos indicios de actos de delincuencias, situación muy diferente a la de hoy. Ya no se puede ni salir al colmado de la esquina, porque siempre hay alguien que está al asecho, esperando atraparte como un león vigila a su presa para devorarla. Hoy por hoy la delincuencia nos ha arropado desde los pies hasta la cabeza. Digo esto porque sé que esta dolorosa situación no se da únicamente en el barrio María Auxiliadora, no, se da en todos los barrios de esta ciudad. Lo más indignante de toda esta situación es ver la ineficiencia con que la policía nacional, organismo que debería velar por nuestra seguridad, hace lo que ellos llaman trabajo. Todos sabemos que los principales corruptos son los que están llamados a poner el orden y asegurar o garantizar nuestro bienestar. En días pasados tuve la oportunidad de presenciar como tres delincuentes asaltaban a una joven a dos cuadras de una calle paralela al Hospital Luis Eduardo Aybar, frente a un grupo de moradores del mismo sector, que ni siquiera se molestaron en socorrer a la pobre muchacha que gritaba por ayuda. Indiferencias como estas al sufrimiento ajeno es lo que nos garantiza sumergirnos más en este caos que parece crecer cada día mas, no sabiendo que hoy fue ella, pero mañana podría ser uno de ellos. Definitivamente estamos en los tiempos de los bárbaros, hemos retrocedido a la edad antigua, con leyes, pero sin nadie que las aplique, con policías, pero corruptos y sin ningún tipo de decencia, donde se apresan a una parte de los delincuentes y en menos de unas pocas horas ya están en libertad. Esto no es cuestión de derechos humanos ni nada por el estilo. Esto es cuestión de tener mano dura contra los delincuentes. Es cuestión de desarmar una policía que no ha servido para nada, de hacer conciencia entre los moradores de nuestros sectores, de reforzar las vigilancias en nuestras calles, porque ya ni eso podemos hacer en nuestro propio barrio. De por Dios, nosotros pagamos nuestros impuestos, tenemos que trabajar muy duro para poder subsistir en esta vida. Lo mínimo que podemos recibir del estado es que nos garanticé por lo menos seguridad ciudadana. De seguir así, muy pronto les cambiemos el nombre a nuestro sector María Auxiliadora y le pongamos María de los lamentos y desafortunados.