Todo parece indicar que le hice química y le resulté un chico simpático desde el primer momento en que nos vimos. No voy a negar que a mí también me causo la misma impresión, y aunque no soy de esos tipos que se suelen ilusionarse por si solos y sin ningún fundamento, llegue a ver una posibilidad amorosa con significativas probabilidades de éxito, ya que me estaba encaminando a mi relación # 8. Después de aquel primer encuentro en qué quedamos impresionados el uno con el otro, hablábamos por teléfono casi todos los días y salimos a cenar en más de seis oportunidades. Y así, cada encuentro, resulto más agradable que el otro, hasta que finalmente me dijo, en una inexplicable mezcla de entusiasmo y timidez: “No se cómo vas a tomarlo, pero quiero pedirte algo que para mí es muy especial”. Durante los breves segundos que hizo silencio para proseguir el curso de su tan emotiva conversación, pasaron por mi cabeza infinidad de historias posibles desenlaces, en las que las mayorías terminaban como en esos cuentos de hadas. Sonreí al pretender que adivinaría la verdad de lo que diría. “De repente, lo tomo mejor de lo que tú piensas”, le dije, insinuándole siquiera con lo que yo suponía sería una buena noticia para mí. “Bueno, lo que quiero es que te hagas el mejor amigo de mi pareja, así ya no tendré que mentir a la hora de salir y juntarme contigo”. No tengo palabras para describir los choques sentimentales que sentí en ese momento. Sentí como si me hubieran echado una cubeta de agua fría luego de haber permanecido dos horas bajo el sol (situación completamente idílica, tomando en cuenta que duró dos horas secándome delante de mi abanico, mientras me voy vistiendo, luego de una vigorosa ducha): “Además aprecio y amo mucho a mi pareja, pero sin lugar a dudas la querría todavía más si se contagiara de tu chispa, de tu entusiasmo y tu buen sentido del humor”, concluyo diciendo. No puedo recordar si dijo algo más después de eso, pero estoy seguro de que, aunque así fuera, no lo habría escuchado, porque creo que repentinamente deje de escuchar, de ver y hasta de respirar, durante largo tiempo. Hoy después de tres años, de tan funesta experiencia, por coincidencia de la vida y del destino, nos volvimos a ver. Y al igual que en esa ocasión me pidió otra petición muy especial. Y aunque esta vez sí era la petición que yo me imaginaba, lamentablemente tuve que rechazarla puesto que ya no podía servirle de ayuda. Y es que ya no conservo mi tan apreciado sentido del humor. Ya no soy tan chisposo, ni mucho menos entusiasta como en ese entonces.
1 comentario:
No puedo evitar reirme de tu 'historia' =D
Pero lo lamento mucho =(
Keep moving on...
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