No soy de esos chicos rencorosos que se llevan a la tumba las situaciones desagradables que se viven en las viejas relaciones del pasado. Pero hay ciertos momentos amargos que difícilmente se puedes olvidar, y mucho menos perdonar. Yo, al igual que le puede pasar a cualquier otro chico de mi edad, me entusiasme mucho, no lo voy a negar. Y lo cierto es que, aunque a estas alturas de mi vida no puedo decir que me arrepiento, reconozco que pude al menos haberme evitado algunos malos momentos, que en el fondo de mi corazón sabía que viviría después del rompimiento de esa relación. Es que, pese a que esa persona posee maravillosas cualidades como ser humano, en lo que respecta a su rol de pareja no puedo decir exactamente lo mismo. Es una persona sencilla, solidaria y con un gran sentido del humor, pero.... no es fiel y exige completa fidelidad; no respeta la libertad de su compañero, pero defiende la suya contra viento y marea, y suele ser una persona egocéntrica, altanera y eventualmente boca dura. En conclusión, no es alguien a quien yo recomendaría como la pareja ideal ni a mi peor enemigo, y eso es mucho que decir. Eso explica el que ni siquiera haya quedado en mi memoria como la relación que quisiera repetir en vidas posteriores o en la otra vida. Luego de unos meses de tormentosa pero divertida relación sentimental, llego el final, con todo lo que implican los finales y el amargo rompimiento (llanto, ira, pataleos, reencuentro y olvido). El olvido, aunque se parece mucho al perdón, no lo es. Y por eso me tomo tiempo perdonar de una manera hipócrita diría yo, porque, aunque ha pasado mucho tiempo desde nuestra separación, hay cosas que aún no he podido olvidar. Fue entonces cuando, en nombre de esa primera amistad que tuvimos cuando nos conocimos, retomamos la confianza que nos teníamos y empezamos a compartir las experiencias de otras vivencias amatorias posteriores. Yo le conté lo bien que la he pasado en estos dos años y medio con mi última pareja. Sin embargo, me contó lo feliz que se sentía con su más reciente conquista, y la verdad es que, al principio, ambos fuimos felices con la felicidad del otro. Pero también allí llego el final: “Ya no puedo más”, me dijo ayer después de llamarme a mi celular con su número desconocido. Al escuchar su voz me pareció que estaba llorado, a través del móvil. “Ya no puedo más, la verdad es que no sé qué hacer. Es que siento que salir con él es como salir conmigo a la vez”, me dijo. “¡Dios mío, ¡qué terrible!”, dije yo, al escuchar de manera atenta sus lamentos. Sentí como la respiración se me corto de repente. Sentí como se me formaron cuatro nudos en la garganta, sin tomar en consideración que me empezaron a sudar las manos de repente, y mientras escuchaba todas las razones que justificaban su tormento y desdicha sucedió algo que nunca pensé que experimentaría: se me salió una lágrima. Sí, lloré solo de imaginar aquel sufrimiento por el que estaba pasando al salir con una persona que tuviera sus mismas cualidades. Y Fue entonces cuando finalmente, ante tal desdicha, que me dispuse a darle mi perdón sincero.
6 comentarios:
mielda manin! bajaste duro!!! :D
POSDATA: tas tacaño, ahora una entrada y ya! tacaño :D ...jejejeje bro se le quiere.
me gusta como escribes
aunque me dio un aroma como medio familiar... mi novio habla asi de mi...
que buscabas en mi blog de por dios!
de todas formas, un beso!
Dom comde, es que acuerdate que yo trabajo manin jejejeje(ups, sorry). me anoto en tu blog papa. Princesita mi amor, crei que me nominarias para el premio pero me dejate votao jejeje. pero nap, pa lante
Aunque no lo creas, nuestras vidas no son tan distintas. Escribeme alma.resistente@gmail.com
Muy buen post, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)
Saludos, muy interesante el articulo, espero que sigas actualizandolo!
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